
Te convertí en rutina, en el hábito de cada uno de mis días. Te llevo cosido a mis costillas con el hilo de mis venas, inyectándome en mis entrañas los secretos que solo tú y yo sabemos, y guardándome en el pecho las heridas que alguna vez me hiciste.
Me dejaste cicatrices en mi memoria, tatuajes en mis muslos dibujados con la yema de tus dedos, y me provocaste cierto placer al hacerme sentir libélulas revoloteando sobre mi estómago, eso que otros llaman risa.
Me desnudaste con tus pupilas hasta dejarme sin piel, perdía la noción de las horas cuando las palabras volaban entre tus cuerdas vocales y las mías, y me hacías soñar despierta como un niño sueña cada minuto.
Recorriste mis manos con la tinta de tus labios, me dejaste promesas guardadas entre vértebra y vértebra, y declaraste cada una de mis estrías como las marcas de una tigresa vencedora.
Anunciaste a los cuatro vientos que fuimos la más bonita casualidad, y fuiste el primer humano que consiguió que la música bailara a su compás.
Wow, excelente publicación!
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Me encanta, muy delicado.
Te invito a leer la historia de Crispín, que casi no cuenta el cuento: http://wp.me/pyM8s-xI
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Hermoso de principio a final, un honor leerte y seguir cercana a tu rincón literario. Besos a tu alma.
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Maravilloso es el amor cuando te toca. Excelente entrada.
¡Bienvenida a la comunidad de los blogueros!
Espero que disfrutes de este nuevo viaje.
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«y fuiste el primer humano que consiguió que la música bailara a su compás.» Me encanta
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