
Me acostumbré
a escuchar el ritmo
que marcaba el metrónomo
de tus pies,
a que alargases
mis domingos,
a que frenases
mis tormentas.
Me acostumbré
al sello de tu voz
que acabó grabado
en mis oídos,
como el poema
que cualquier poeta
sin inspiración
quisiera tener.
Me acostumbré
a los columpios
que balanceaban
nuestro tiempo,
soltándolo
segundo a segundo,
alternando su duración
en cada uno de ellos.
Me acostumbré
a lo prohibido,
a tu cajón desordenado,
a coser los planes
almacenados
que se fueron rompiendo,
a la música que componías
con tus dedos en mi espalda.
Me acostumbré a lo bonito.
Me acostumbré a ti.
Y me acostumbré a esa costumbre.
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Precioso 😍
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Es muy bonito, la costumbre es parte del amor de aceptar al otro como es con sus defectos y virtudes
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Muy lindo.
Su respiración acompasada,
el roce de su piel,
el sonido de su sonrisa,
ese ceó fruncido
cuando nadie le ve…
ese vivir diario,
estar ahí, siempre.
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Muy bello 🙂
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Un error ( para mí ) muy frecuente. No quiero acostumbrarme a nada ni a nadie. Saludos
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Simple pero de una belleza arrolladora, como los grandes: sencillez y complejidad en un solo poema. Cuesta aceptarlo, pero a veces uno se acostumbra al amor, y no al desamor al que tanto cantamos algunos pseudopoetas como yo. Te sigo leyendo, saludos poéticos.
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Me parece que el poema logra en esta reflexión un ritmo muy agradable proyectando el material fónico al concepto de belleza escritural. ¡¡¡
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